miércoles, 6 de febrero de 2008

¿Y AHORA QUÉ?


A propósito de la marcha del pasado 4 de febrero queda aún mucho por hablar.
Fue impresionante la concurrencia al acto, millones de personas gritando al unísono: “No más secuestro, no más mentiras, no más violencia, no más FARC”. No sólo fue impresionante sino también conmovedor. Los grandes ganadores fueron el país, por supuesto, y el presidente Álvaro Uribe Vélez (el dios todopoderoso al que todos acompañan en su lucha contra los malos, como lo califica una amiga mía). Quedan sin embargo varios interrogantes, quizás el más importante de ellos se refiera al futuro de ese movimiento en Colombia.
Si bien es cierto que las FARC son ahora un grupo narcoterrorista sin ningún contacto con sus ideales originales también es cierto que se originaron por hondas problemáticas sociales que aún no tienen solución. A pesar de los resultados de las encuestas las diferencias entre clases sociales son aún mayores dando lugar a complicadas dinámicas internas y a un fuerte, aún, descontento popular.
Las encuestas dicen que las cifras de desempleo son menores, lo que no dicen es que aumento el empleo informal y el empleo temporal. Tampoco dicen que poco a poco se ha ido desmontando la educación superior pública aún a pesar de otras inversiones como el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas (PNLB).
Si desparecen las FARC no significa que desaparezcan los problemas sociales. William Ospina en “¿Dónde está la Franja Amarilla?” afirma que en Colombia es el único país en donde ante el auge del sicariato se responde prohibiendo los barrilleros de las motos sin buscar soluciones de fondo.
Si desaparecen las FARC, como todos esperamos que suceda, aún queda el problema del paramilitarismo, del ELN y, sobre todo, de la corrupción, la burocracia y el clientelismo, amen de la miseria y la violencia intrafamiliar, por no extendernos al consumo y tráfico de drogas.
En esta Tierra de Muertos debemos comenzar a buscar respuestas a los problemas de fondo, esos que se solucionan uniéndonos todos, no ya en una marcha de unas horas sino, sino en un proceso constante en el que todos pongamos nuestro grano de arena o nuestra palada entera.
Se urge a los muertos a encontrar las respuestas que los pasados de vivos no han querido encontrar.

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