lunes, 11 de febrero de 2008

EYANAEL

Hay alguien que me sueña. Lo entreveo dentro de mis sueños. Él que me sueña no es amable, tampoco es cruel. Es sólo una presencia intrusa en las paredes de mi cráneo. Esta ahí. No lo veo ahora pero lo presiento, lo respiro. Acecha cada uno de mis pasos y de los pasos que he dado.
Alguien pensaría que deliro. No lo hago. Puedo dudar de las enseñanzas del Buda, de las enseñanzas del Cristo y de Mahoma. No puedo dudar de “El Tarmadón”. Cada una de sus páginas nombra al soñador, aquel en cuya mente todos somos albergados. Se llama Eyanael y todos le somos indiferentes. Todos menos uno. Hay, o habrá, un sueño que le permita entender el significado de su existencia. Ese es el propósito que persigue. Hallar a su Armún.
Cada una de estas palabras es Eyanael, cada uno de los ojos que repasan estas líneas es Eyanael. Cada línea que no he escrito, cada lector que jamás me leerá también es Eyanael. Se halla en todas partes pero no lo ves. Lo ves pero no sabes lo que estas viendo. Es un escupitajo en el rostro de un fantasma.
Es aquel que nos sueña a todos y a quien rogamos que no nos deseche, que no deje de soñar.

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