viernes, 1 de febrero de 2008

CANTOS DEL FANTASMA


A proposito de muertos me escribió a mi privado un personaje conocido accidentalmente hace algunos años. No me cae bien, aunque tampoco demasiado mal, aunque sigo afirmando abiertamente que es un cretino.
Me ha escrito a mi correo desde una de las Zonas de Violencia Controlada que proliferan ahora en los corredores de miseria al oriente de Kalí. Ayer durante un enfrentamiento con la policía, alguien muy querido por él murió alcanzado por una bala perdida. No sé si trata de su novia, su amante, su hermana o simplemente una amiga.
El caso es que Skin me ha enviado este poema que juzgarán ustedes.


CANTOS DEL FANTASMA
I


Ayer morimos en Estambul Amor.
Morimos barridos por una tormenta de plasma
Que algún estúpido lanzó por error.
Morimos en silencio
Tomados de sorpresa
Cogidos de la mano
Trazando de nuevo
La trayectoria
De nuestro constante exilio.

No sirvió de nada
Haber conseguido
Los siete cristales del arco iris
Ni las lágrimas del mago
Ni la espada china de la buena suerte.
Dio lo mismo
La esperanza inquebrantable que juntamos
Y con la que buscamos alejarnos de todo.

Ayer morimos en Estambul
Y es irremediable,
Morimos arrasados por una ráfaga
Absurda
Por un tiro de nadie
Por una guerra que nunca fue nuestra
Por un odio
Que no compartimos
Ni aún en este largo silencio de la muerte.

II

Decidí hacer florecer tu cuerpo
Aún después de muerto.
Decidí refugiarme
En eso en lo que aún
Te reconozco,
Recorrer con delicadeza
Los pliegues que la guerra no me arrebató,
Los pliegues del recuerdo.
Descubrí que aún estas toda,
O casi toda
En mi memoria
Que nada puede arrebatarme
Eso.
Aunque para lo único que sirva
Sea para aumentar
Mi rabia y mi desconsuelo.
Contemplé después tus ojos
Abiertos a la nada
Fijos en ese instante cuando avistaste ese pozo
Que se abría como una esperanza incierta en medio del desierto.
Resolví jamás volver a visitar tus restos
Ya es suficiente la eternidad con tus recuerdos.

III

Para qué ésta muerte me pregunto,
Esta muerte me ha decepcionado.
Yo esperaba descanso al menos,
Silencio al menos,
Olvido al menos.
Y me encuentro con todo lo contrario,
Sigo siendo testigo de horror,
De la inercia,
De la impotencia
Y la ignorancia.
Los ángeles que temía en mi infancia
Sobrevuelan ahora todos los cielos
Vestidos con sus trajes acerados
Acabando con todo lo que tenga vida bajos su garras inertes.
Ya no sé lo que es el cielo ni el infierno
Ya no sé porque nos empeñamos tanto
En vivir nuestro pequeño cuento de hadas,
En construir nuestro Avalon y llevarlo
Doquiera estuviésemos,
Doquiera posáramos nuestros pasos.
Todo fue inútil esperanza,
Pero relució tanto por un momento,
Por un momento creímos poder hollar el cielo
Con nuestras risas
Ver el rostro del dios altísimo
Y demostrarle que podíamos
Hacer la diferencia
Que la tierra era algo más que miseria.

Ahora no estas,
No sé en que sendas transitas
Tan lejos de mi,
Tan lejos de mi suplica ciega
A todos los poderes
Que algún día estuvieron presentes
Entre el cielo y la tierra,
Entre el suelo del labrador
Y la angustia del penitente.
No sé porque permanezco caminando
Entre la arena
Sin el consuelo de tu presencia.

IV

He decidido construir un imperio
Y ponerle tu nombre,
He decidido entablar la guerra
A todo lo vivo,
A todo lo que aún es capaz de emprender una acción,
De perseguir los satélites,
De lanzarse al asalto de los planetas.
He decidido construir este imperio
Y declarar esta guerra
Para detener el mal que nos consume
Aún como criaturas que en algún momentos estuvieron vivas,
Que en algún momento supieron oponerse a la muerte.

He decidido fundar este imperio
Y declarar esta guerra
Para que tu muerte no haya sido,
Como tantas,
Inútil,
Para que aún tenga
Que pensar en ti,
De alguna manera,
Lo eterno,
Para que no seas más olvido,
Más ausencia...

1 comentarios:

Anónimo dijo...

...Siempre me han gustado tus poemas. Tu ex-profesora de literatura